Perdón por el retraso, hace casi una semana que no escribo nada. Lo que pasa es que al principio lo pillas con ganas y luego ya no sabes qué poner.

En fin, mañana empieza el plazo para inscribirse en la Universidad de Valladolid y se me ha ocurrido escribir sobre algo que me saca de quicio y es lo carísimos que están los estudios superiores y, como consecuencia, las pocas oportunidades que tenemos los de familias humildes (bueno, y los que son aún más pobres que yo, que también hay algunos).
Prácticamente desde que comencé 2º de Bachillerato, mi padre empezó a ponerse nervioso por todo el dinero que iba a tener que gastar en mí al año siguiente. Buenos mal que conseguí la Matrícula de Honor, porque si no eran, ya de entrada, más de 1.200 € los que tenía que apoquinar por la matriculita. Cuando iba al instituto en Barcelona todos l@s compañer@s eran de mi mismo nivel económico, pero aquí en Toro, encima, tod@s son, no sé cómo ni por qué, gente de clase media-alta. Mientras otros se han ido de viaje al extranjero, comprado un caballo o simplemente sacado el carnet de conducir (¡ojo! algunos ya tienen coche y todo), yo he estado un mes con mi padre atosigándome para buscar un trabajo con el que pagar la Universidad. Yo no envidio a los demás, que quede claro -siempre he sido pobre y sería absurdo vivir atormentada por ello, aunque halla quien lo hace-, simplemente me quejo de lo mal repartida que está la riqueza, ya no en el mundo, sino también dentro de nuestro mismo país.
Lo de la matrícula, como ya dije, está solucionado, pero luego vendrán el transporte diario (o bien el alquiler de un piso) y los libros, los cuales cuestan cada uno un ojo de la cara ( y yo sólo tengo dos). En fin, yo ya me he mentalizado para tener que abandonar la carrera a medias un par de años para trabajar.